CIENCIAS SOCIALES CUALITATIVAS Y CONFIABILIDAD DE LOS REFERENTES EMPÍRICOS.
DISCUSIÓN EPISTEMOLÓGICA DESDE LA FENOMENOLOGÍA[1]
QUALITATIVE SOCIAL SCIENCES AND RELIABILITY OF EMPIRICAL REFERENCES. EPISTEMOLOGICAL DISCUSSION FROM PHENOMENOLOGY
José Vicente VILLALOBOS-ANTÚNEZ [2]
José
Francisco GUERRERO-LOBO[3]
Víctor
MARTÍN-FIORINO[4]
Reynier RAMÍREZ-MOLINA[5]
Recibido
Aprobado |
: : |
03.09.2023 23.12.2023 |
Publicado |
: |
04.01.2024 |
RESUMEN: El presente trabajo se interna en las discusiones
acerca del significado del habla en la investigación cualitativa. Su propósito
es participar del diálogo epistemológico mediante la incorporación de elementos
del discurso en torno al dueto positivismo/pospositivismo. Articulando las
cuestiones fundamentales acerca del habla como dimensión humana, se contrapone
al significado objetivista y positivista reflejado en el trabajo de Gutiérrez y
Arnal (2023). La idea es la de discutir las conclusiones que se exponen en
dicho trabajo, en especial, la referida a la inexistencia de referentes
empíricos en la investigación cualitativa, debido a la falta de objetivación en
la relación observador-observado, por lo cual, debido a ello, genera falta de
confianza en sus resultados. Se concluye que el positivismo en la investigación
cualitativa no puede fundamentar los referentes empíricos relacionados con el
diálogo que se entabla en la situación hermenéutica que se funda desde este
paradigma de investigación cualitativo, especialmente desde la fenomenología,
ámbito desde el cual surge esta situación hermenéutica.
Palabras clave: Positivismo, objetivismo, pospositivismo,
investigación cualitativa, fenomenología.
ABSTRACT: The paper delves into the
discussions about the meaning of speech in qualitative research. Its purpose is
to participate in the epistemological dialogue by incorporating elements of the
discourse around the positivism/post positivism duo. By articulating the
fundamental questions about speech as a human dimension, it contrasts with the
objectivist and positivist meaning reflected in the work of Gutierrez and Arnal
(2023). The idea is to discuss the conclusions presented in the previously
mentioned paper, especially those referring to the non-existence of empirical
references in qualitative research, due to the lack of objectivity in the
observer-observed relationship, therefore, due to this, a lack of confidence in
its results is generated. It is concluded that the positivism in qualitative
research cannot substantiate the empirical referents related to the dialogue
that is established in the hermeneutic situation that is founded from this
paradigm of qualitative research, especially from phenomenology, the field from
which this hermeneutic situation arises.
Keywords: Positivism, objectivism, postpositivism, qualitative research, phenomenology.
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo posee
intenciones pedagógicas. Y lo decimos con los ánimos de establecer un diálogo
epistemológico en el entendido de que se suponían las disputas entre
positivismo y pospositivismo plenamente zanjadas al menos en el ámbito
filosófico, puesto que en el de la política científica estamos claros los
investigadores que, desde luego, es y ha sido el positivismo y las metodologías
que de él se derivan, un paradigma de amplia aceptación y aplicación, por demás
considerado “necesario” por sus propulsores, a pesar de lo controversial de la
cosmovisión que lo justifica: su entramado estructural se resiste a ser
doblegado frente a los avances indiscutibles del pospositivismo y de las
metodologías que se le asocian, incluso en el seno de las mismas ciencias
positivistas originarias, como la física, la química y la biología,
especialmente desde la idea del “objetivismo”, pero también desde el
“verificacionismo” o del “fisicalismo”, como también se les puede apreciar,
cuestiones las cuales se pregonan desde estas instancias de la metodología de
las ciencias, a pesar de las críticas, como se indicó (Echeverría, 1989; Suppe, 1979; Martínez, 2006 y 2012).
Amplia es la bibliografía
al respecto, como veremos, por lo que aquí en este trabajo, los autores nos proponemos
participar de las discusiones que comienzan a tener un alto posicionamiento en
los medios divulgativos especializados, a pesar del tiempo transcurrido desde
las viejas disputas plasmadas en los contextos de las ciencias en general, y de
las ciencias sociales en particular, en especial las ciencias pedagógicas, y
por supuesto, la sociología, de cuyas críticas filosóficas no pueden escapar;
esta perspectiva crítica en el ámbito de la sociología dio origen a las
disputas más destacadas durante la segunda mitad del siglo XX (Habermas, 1999,
1996 b y 2016), por lo que en este contexto, se realizará una breve revisión en
torno a estos problemas metodológicos.
Sin embargo, según se
indicó arriba, cuando planteamos la cuestión de la resistencia a ser doblegado
el paradigma positivista, nos estamos refiriendo al hecho de que la real
resistencia que se evidencia en los foros científicos de prestigio es a
reconocer el carácter de conocimiento válido aquél que se alcanza mediante la
aplicación de metodologías derivadas del paradigma pospositivista,
incluso, desconociendo su verdadero carácter científico.
Por lo tanto, en las
ciencias sociales y humanas la cuestión se centra en el necesario
reconocimiento del ser humano en cuanto no solamente ser pensante, el cual es
capaz de cambiar de ideas y en consecuencia modificar conductas al dirigir sus
acciones en el sentido de los cambios operados, sino como entidad inserta en el
entramado de esas acciones, siendo necesario también reconocer que intervienen
elementos no estructurables (“no objetivables” o “no
verificables”) a través de la formalización positivista; es decir, la expresión
nomotética del conocimiento de esta naturaleza, a lo cual nos
referiremos en las presentes discusiones, desdeña, desconsidera o no reconoce
como válida su expresión ideográfica, cuestión que enarbola el paradigma
pospositivista del conocimiento.
No obstante, estamos claros
de la alta responsabilidad que tenemos como educadores para con nuestros
estudiantes en formación en investigación, razón por la cual para los autores
de este trabajo es de suma importancia entablar una discusión fructífera en el
ámbito epistemológico a los fines de dejar claro para las actuales y futuras
generaciones de nuestros estudiantes que las prácticas investigativas pasan por
establecer los linderos que son necesarios en el contexto de las
investigaciones en las ciencias sociales, ámbitos en los cuales nos
desempeñamos, en especial en lo que se refiere a la enseñanza de las ciencias a
partir de los distintos paradigmas que las consideran como tales ciencias.
Si bien los diferentes
programas de asignatura de los cuales somos responsables en cada una de las
universidades a las cuales pertenecemos, pues los mismos contemplan las
divisiones necesarias para contextualizar el quehacer científico social, es
menester elevar el nivel de las discusiones con propósitos educativos; vale
decir, pedagógicos, a los fines de que nuestros estudiantes puedan ver
claramente de qué se trata cuando emprendemos una investigación de tipo social;
en especial, aquellos estudiantes que encaminamos para la realización de
investigaciones cualitativas, en el entendido de que se consideran sus
resultados no solo verdaderos en sus enunciados, sino “confiables” desde la
perspectiva de “aceptabilidad” de los resultados alcanzados en perspectiva
cualitativa.
La necesaria separación
entre las metodologías empleadas en las ciencias sociales designadas como
metodologías positivistas y pospositivistas; es
decir, metodologías cuantitativas versus metodologías cualitativas, pasa por
comprender la naturaleza del ser social humano, en la cual las distintas
dimensiones que lo estructuran participan en la producción de elementos
destacables como objetos de investigación, o mejor dicho, como dimensiones de investigación;
las acciones y sus significados, junto con los discursos y el habla que los
componen, son cuestiones necesarias de ser consideradas como partes de una
estructura mayor: el ser social humano.
Justamente, con este
trabajo, nos queremos referir a la discusión sobre la objetivación de las
acciones en el marco de la objetivación del lenguaje y del habla como una
cuestión crítica, en la cual participan todas las dimensiones del ser humano, y
de cuyas cuentas las ciencias cuantitativas-positivistas consideran
objetivables, mensurables, fraccionables y determinísticamente
válidas; mientras que las ciencias cualitativas-pospositivistas
las consideran en el lado contrario: subjetivable, no
mensurable, sistémica y no determinista en cuanto a su validez. Este es el
centro de esta discusión, por lo que más adelante daremos mayores detalles de
estos aspectos.
En el marco de los
anteriores argumentos, hemos tomado como justificación para esta discusión
epistemológica el tema del habla característico del ser humano, y de los
procesos de comunicación, como justificativo para participar en el diálogo
filosófico en torno a la idea de ciencia, su significado y características en
el marco de la enseñanza de la investigación social, a partir de lo cual se
erigen teorías acerca de las acciones derivadas de las posiciones de
entendimiento, y de las cuales el habla no es sino una de las dimensiones que
componen la estructura que conforma el ser humano.
Es importante destacar que
los lenguajes, elementos, dimensiones, características y sujetos intervinientes
tanto en las ciencias cuantitativas como en las ciencias cualitativas, obedecen
a concepciones diferentes del mundo de vida humano: para las primeras, el mundo
y su conocimiento son absolutos, definitivos, objetivables y no cambiantes;
para las segundas, son relativos a un tiempo y espacio, provisionales, subjetivables y dinámicos. Veremos estos aspectos en el
desarrollo del trabajo (Martínez-Miguélez, 2011).
Así las cosas, en este
sentido, hemos de señalar que, con el ánimo de participar en el diálogo
pedagógico y científico, nos referimos a un trabajo en específico publicado
recientemente. Nos centramos en el trabajo publicado por la prestigiosa revista
chilena Cinta de Moebio (Gutiérrez y Arnal,
2023), en el cual se presentan algunas argumentaciones en torno a lo que los
autores de dicho trabajo consideran “falta de referentes empíricos” en las
ciencias sociales, especialmente en aquellas de tipo cualitativo. Como es de
suponer, para las ciencias en general las evidencias empíricas son el vellocino
de oro del conocimiento objetivo, cuestión que se asume en ese trabajo de
forma controversial, y con lo cual discutimos (Suppe,
1979).
Las tesis que se concluyen
en el mencionado artículo de la revista Cinta de Moebio,
pueden resumirse de la siguiente manera:
1) La investigación
cualitativa está referida al habla en forma general, salvo en ciertos casos,
relacionados con objetos o con signos materiales; 2) Por esta misma razón, la
investigación cualitativa “ha prescindido de la utilización de referentes
reales”; es decir, según expresan, la cosa no se encuentra entre los
referentes para reconstruir el “discurso artificial”[6]
con fines científicos; 3) Lo anterior lo plantean porque, según argumentan, se
ha depositado en el habla y el discurso producido, una “confianza
injustificada”, es decir, según creemos, expresan que se trata de una confianza
sin fundamentos en los resultados que se comunican; 4) También, según
concluyen, se aprecia una falta de capacidad para comunicar a terceros la
realidad de la que se está hablando, precisamente porque la investigación
“carece” de supuestos empíricos, concluyen.
Otro de los aspectos que se
destacan en el trabajo mencionado, lo constituye el hecho de que se hace una
afirmación relativa al habla involucrada en la investigación social
cualitativa: esta habla no establece referencias fuera del lenguaje, lo
que la hace insuficiente, según afirman Gutiérrez y Arnal. Esto permite
presuponer a los autores de dicho trabajo que todo lenguaje científico debe
hacer referencia al mundo exterior como si se tratara de la necesidad de hacer
señalamientos al objeto referido; es decir, al parecer, debe haber un “objeto
designado”[7]
(no como deixis); sobre esta cuestión es que diferimos en algunos
aspectos.
Lo que quieren significar
los autores citados es el hecho de que en la investigación cualitativa se hacen
referencias desde el habla hacia el habla misma, no hacia objetos (salvo
algunas situaciones). En este caso, al parecer, piensan que el habla objeto es
tratada como lenguaje objeto, vale decir, como autorreferencia. Por esta razón,
afirman los autores citados, se presupone que es posible acceder de forma
directa a un discurso preexistente fuera, o incluso, que está al margen, de la
situación de investigación, así como del objeto investigado, cuestión que
exponen como “insuficiente”, en una clara referencia a la episteme del objetivismo
verificacionista, como veremos.
Agregan además que,
producto de estar constituida un habla sin referencia fuera del lenguaje, lo
cual se reputa empíricamente insuficiente, es que hay un acuerdo implícito
entre informantes e investigadores sobre la misma realidad objeto del estudio,
así como sobre las experiencias comunicadas, lo que hace suponer que podría
haber preacuerdos anteriores a la producción de los resultados comunicados,
cuestiones que la harían también, en estos términos, no solo insuficiente,
sino, además, habría que agregarle, sesgada, en vista de los términos de sus
conclusiones. Pero veremos qué es lo contrario; son necesarios los preacuerdos,
como lo son también las experiencias compartidas entre los intervinientes en el
proceso de investigación cualitativa[8].
Otra de las referencias que
los autores consideran como evidencias insuficientes, y derivada de esta misma
carencia de referentes empíricos de la investigación cualitativa, es la forma
en cómo discurre el habla del informante al intérprete, pues, según se entiende
de los argumentos esgrimidos para esta afirmación en el trabajo citado, no
pueden detectarse las trazas de evidencia empírica de este tránsito: el habla
va de informante (objeto observado) a intérprete (observador-investigador), al
parecer, según se entiende, sin dejar huella de registro.
En definitiva, el habla que
hace parte de la investigación posee dos tipos de registros para la
investigación, según los autores del trabajo analizado: el uno, referido a la
transcripción de los textos que forman parte de expresiones emitidas por los
informantes, y el otro, referido al que realizan los investigadores para
interpretar dichas expresiones. Finalmente, en vista de las distancias que hay
entre los dos tipos de registros, es imposible alcanzar el rigor metodológico,
de acuerdo con los argumentos de los autores del artículo analizado, cuestión
que más bien debe ser su norte, pero que a pesar de sus esfuerzos no es
alcanzado por la mencionada investigación cualitativa social[9].
El presente trabajo, por
tanto, se propone discutir los argumentos antes mencionados, a la luz de las
cuestiones fundamentales que sustentan la investigación cualitativa social,
cuyos postulados y teorías deben estar presentes, al menos es lo que
consideramos, a la hora de establecer la naturaleza científica de este tipo de
investigación, puesto que de ser ciertos los argumentos de Gutiérrez y Arnal
(2023), al presentarlas vacías de referentes empíricos, se anularía todo el
valor metodológico que la misma ha alcanzado en los últimos cincuenta años.
Pensamos que los referentes objetuales de la metodología cualitativa sí están
presentes en todas las tradiciones conocidas de este tipo de investigación,
puesto que todas ellas obedecen a una lógica que los autores del trabajo
señalado omiten, evidentemente por no compartirlas[10]:
la idea de significado del discurso expresado mediante el habla.
Para llevar a cabo el
presente trabajo, aquí nos proponemos sus autores, en primer lugar, revisar
algunas de las tesis del objetivismo y de cómo ha impactado en la investigación
científica en general, analizando algunos de los pormenores por los que ha
transitado en los últimos años hasta alcanzar las instancias más críticas en
torno a los postulados que lo sostuvieron durante las fuertes influencias que
ejerció el positivismo verificacionista sobre las
ciencias sociales desde los comienzos del siglo XX. Seguidamente, pasamos a
darle una pequeña revista a las tesis que superaron el positivismo en las
ciencias sociales de forma particular, puesto que estas mismas tesis fueron las
que desbancaron el arraigo del paradigma positivista a lo interno de las
ciencias naturales, en especial desde el famoso Simposio de Urbana de 1969, que
decretó con sólidos e insalvables argumentos el acta de defunción del positivismo
en las ciencias (Suppe, 1979; Echeverría, 1989;
Miguel Martínez, 2006 y 2012).
El tercer momento de este
trabajo, lo constituye la contextualización del habla como elemento
estructurador de la condición humana, razón por la cual se articulan los argumentos
en favor de la situación de habla en la que se encuentra todo sujeto en
cualquier momento de su historia personal, por lo que esta se constituye en
dimensión fundamental para entender las relaciones sociales en el marco del
discurso que se genera con interacción discursiva, deslindando con ello las
cuestiones de intersubjetividad en toda relación social, en la cual no solo
entran en juego las trazas empíricas conformadas por la significación de las
acciones en el marco de esa subjetividad manifiesta, sino que se articula por
lo que Gadamer define como la cuestión central de las Ciencias del espíritu; es
decir, el carácter interpretativo de toda acción humana (Gadamer, 1993): el
habla ya no será propia del sujeto hablante, puesto que entra en el marco del
sistema conformado por todos los hablantes, “estructurando” con ello una
situación de complejidad de relaciones, de complejidades discursivas y de
acción; es decir, lo que el profesor Miguel Martínez Miguélez
denomina cuestión estructural de la vida humana (Martínez Miguélez, 2013; Heidegger, 2021[11]).
Al final se establecen unas
reflexiones por las cuales justificamos la “confiabilidad” de la investigación
cualitativa, pero bajo los términos propios del paradigma de investigación; es
decir, se reflexiona sobre el valor de la fenomenología hermenéutica para
exponer el conocimiento resultante de las investigaciones sociales
cualitativas, en el marco de las concepciones estructurales del conocimiento,
contrastando con las tesis del positivismo; consideramos que la metodología
cualitativa emplea de manera adecuada el valor de los elementos constitutivos
de una relación de conocimiento en el encuentro entre sujetos y habla, entre
sujetos y sujetos como objeto de conocimiento y entre sujetos y mundo de vida;
es decir, entre sujetos y discurso, con lo cual se establecen los sistemas de
relaciones que conforman el objeto de investigación de las ciencias sociales
cualitativas.
DESARROLLO
De vueltas a las tesis del
objetivismo y la investigación científica
Plantean los autores del
trabajo aquí analizado (Gutiérrez y Arnal, 2023), que la investigación en las
ciencias sociales cualitativas prescinde de la utilización de referentes reales
para el habla producida “artificialmente” con fines científicos. Es decir, este
tipo de investigación, bajo tal premisa, no ofrecería garantías de conocimiento
(confiable o aceptable) como para tomar decisiones a partir de las conclusiones
a las cuales se llegue, como si ocurriría con los resultados de las
investigaciones sociales de tipo cuantitativo. En sentido contrario, como para
que los procedimientos metodológicos puedan ser repetidos en otros contextos
sociales, es necesario alcanzar niveles de “confiabilidad”, conforme con las
tesis del objetivismo, es decir, de acuerdo con aquellas metodologías
realizadas bajo el paraguas del paradigma positivista, puesto que, se espera
desde esta instancia científica, encontrar los mismos resultados.
El asunto señalado en el
párrafo anterior, remite a las discusiones que en torno al objetivismo se
argumentan desde el marco epistemológico del positivismo en las ciencias
sociales (Martínez Miguélez, 2006 y 2012). La
objetividad de las ciencias tradicionalmente se ha concebido a partir del
conocimiento formal que se alcanza con la estructura lógica con la cual se
organiza la metodología cuantitativa. En el caso de las ciencias sociales
cuantitativas, sus metodologías se llevan a cabo a través de las técnicas de
recogida de datos mediante instrumentos que posibiliten o permitan su
objetivación; en ciencias sociales son casi siempre tipo cuestionarios
cerrados, con los cuales, se cree, se “fija el objeto de investigación”. Los
investigadores llegarán a los acuerdos necesarios mediante la
“operacionalización” de variables e indicadores a partir de ese objeto
constituido formalmente (fraccionado). A
esto es a lo que se refiere la literatura más extendida acerca de lo que
significa la “objetividad” en las ciencias sociales (Rodríguez et al, 2004; Flick, 2007).
En ese sentido, las
controversias que consideramos más destacadas en términos de investigación
científica de los últimos cincuenta o sesenta años, las constituyen esas
cuestiones emergentes en torno a lo que significa conocimiento objetivo
en las ciencias positivas. La historia de esta institución de la filosofía de
la ciencia viene marcada por las aspiraciones de los actores de la ciencia en
la búsqueda de la verdad verdadera en materia de conocimiento (verdad como
adecuación), en especial si la articulamos a la idea de valor epistémico de los
enunciados de la ciencia.
El método científico, al
suponer seguridad en la búsqueda de conocimiento en virtud de los
procedimientos involucrados, desde la modernidad cartesiano-newtoniana (Capra,
1992) se ofrece, para sus proponentes, como el único sistema que es capaz de
generar conocimiento válido en sentido lógico, y verificable en sentido
procedimental. De esta manera, opinan desde la ciencia positivista que validez
y confiabilidad se erigieron como los dos puntales más importantes para
sostener el fuerte y robusto edificio que alberga el conocimiento científico en
los últimos cien años de historia de la ciencia. Así, el conocimiento
científico es portador de un significado inamovible en cuanto a la cuestión de
verdad: la ciencia opera como un espejo que reproduce la realidad observada en
tanto realidad física objetivada.
Expresa el maestro Martínez
Miguélez (2013), que la idea presente en los
argumentos de las ciencias tradicionales (objetivistas-positivistas) es la de
que se encuentra un determinado arraigo entre los enunciados que se expresan
acerca del mundo y de la naturaleza, y los recursos lingüísticos disponibles
para poderla nombrar[12].
Esta idea de origen aristotélico, deja ver claramente que la ciencia y su
método intentaron buscar la adecuación entre la realidad observada y los
enunciados que la nombran, de manera que si ese enunciado es verificable
mediante procedimientos y técnicas determinadas para ello, entonces aquello que
se dice de la naturaleza o del mundo circundante es verdadero, puesto que hay
adecuación entre lenguaje y realidad a partir de los métodos de verificación
empírica (Stadler, 2018); ello caracteriza también al
positivismo de origen clásico, pero que se trasladó e instaló en los tiempos de
la Modernidad ilustrada de la mano de los enunciados cartesianos, según los
cuales, hay una separación entre subjeto y objeto de conocimiento (Capra, 1992;
Descartes, 2019); o incluso, se inserta en el terreno mucho más movedizo del positivismo
lógico (Stadler, 2018; Martínez Miguélez, 2016).
De acuerdo con esos
argumentos, el mundo físico existe separado de la vida humana, de manera que
nada que esté en el ámbito de las interioridades subjetivas podrá ser conocido,
por cuanto no posee extensión; es decir, no posee presencia física. Así, sujeto
cognoscente o rex cogitans
y objeto conocido o rex extensa
(Descartes, 2019), es decir, aquello que pertenezca al mundo fuera del ser
humano, son elementos esenciales en la dualidad del conocimiento, puesto que
siendo esta duplicidad una verdad evidente (no necesita pruebas pues está a la
vista del observador, según se postula desde Descartes), todo lo demás que se
erija en términos de conocimiento a partir de la observación del mundo, será
una verdad necesaria (toda verdad genera verdad, no puede generar falsedad,
según la lógica aristotélica; lo falso no puede generar lo verdadero
(Aristóteles, 1982). La realidad existe de manera acabada fuera de nosotros, es
el argumento central del objetivismo-positivismo clásico (Martínez-Miguélez, 2013).
Si esto es verdadero (y
claro que es así considerado como tal por las corrientes objetivistas), para el
objetivismo epistemológico la búsqueda de conocimiento no será otra cosa sino
una búsqueda del reflejo de la realidad externa en el entendimiento humano, tal
como si este fuera un espejo[13],
por lo que cualquier realidad que se encuentre en nuestro camino como sujeto
cognoscente, deberá poseer una realidad física externa a nuestra mente, viéndose
necesariamente reflejada en ella como si fuera una imagen especular. El
conocimiento científico basado en esta concepción cartesiano-newtoniana deberá
pasar por la reproducción del espejo, como forma de alcanzar objetividad.
Afirma el filósofo de la ciencia citado:
Para lograr plena
objetividad, absoluta certeza y una verdad incuestionable, los positivistas de
los últimos tres siglos (Locke, Hume, J.S. Mill, Comte, Mach y otros), se
apoyaron en el análisis de la sensación como piedra segura, tratando de
establecer un origen sensorial para todos nuestros conocimientos. Solo las
sensaciones o experiencias sensibles eran consideradas un fenómeno adecuado
para la investigación científica; solo lo verificable empíricamente sería
aceptado en el cuerpo de la ciencia; la única y verdadera relación sería la de
causa y efecto; los términos fundamentales de la ciencia debían representar
entidades concretas, tangibles, mensurables, verificables; de lo contrario,
serían desechados como palabras sin sentido… (Martínez-Miguélez,
2013, 14).
Así las cosas, el
objetivismo se transformó en piedra angular del conocimiento científico,
cuestión que sirvió para darle argumentos a aquellas investigaciones en las
cuales esa separación entre sujeto y objeto de conocimiento sería la garantía
de verdad; es decir, garantías de adecuación entre los enunciados acerca de la
realidad y la realidad misma, solo dependientes de la verificación empírica. Es
este argumento el que sirvió de fundamento precisamente para presentar los postulados
que dieron base a su regresión como sistema de conocimiento, hasta llegar al
punto en que fuera dictaminada su acta de defunción debido a las
numerosas deficiencias que alcanzó a relucir justamente producto de los cambios
en la ciencia que le dieron vida: la física (Martínez-Miguélez,
2006 y 2012; Echeverría, 1989; Suppe, 1979). Desde
esta ciencia, se operaron los cambios que el método científico necesitaba para
poder explicar la nueva realidad que auguraba el fracaso de la antigua manera
de observar la naturaleza: se avizoraba una realidad compleja y sistémica
(Morin, 1998).
El mundo físico pasó de ser
explanado como un macromundo para proceder, desde la
física de partículas (Miguel Martínez, 2016), a fundamentar la existencia de un
mundo tan pequeño que era imposible hacerlo a través de la idea de
objetivación, es decir, de adecuación de los enunciados con la realidad
observada, puesto que esta no podía serlo de la manera tradicional como se
estaba realizando. No entraremos a detallar estas circunstancias, proveídas
como están de una alta complejidad, por lo cual se necesitaría un espacio mucho
más amplio que el de un artículo científico para discutirlas. Sin embargo, lo
que sí importa es precisamente la idea de que aquella acta de defunción
del positivismo se basa precisamente en la idea de que las partículas que
conforman el universo son tan pequeñas, que todo está conformado por estas
partículas: desde el sistema solar y más allá, hasta el sistema del micromundo, donde además rige un principio que desde ese
entonces se mostró como contrario a los postulados del objetivismo: la
indeterminación de su posición al momento de su medición (objetivación) mediante la enunciación del Principio de
incertidumbre de Werner Heisemberg (Capra, 1992).
El ser humano como parte de
ese sistema del mundo también estaría impactado por la realidad física que
describen el universo macro y micro en el cual se llevan a cabo un mundo
infinito de interacciones capaces de transformar el mismo Universo. Y es
precisamente la conformación de estas estructuras complejas y “disipativas”, lo
que llevó a la concepción del ser humano como ser complejo y sistémico, cuyas
estructuras también se disipan pero que se reagrupan en todos sus entramados de
vida: el ser humano es un ser bio-psico-socio-antropo-lógico
(Morin, 1999), por lo cual, todas sus interacciones representan un mundo de
complejidades no objetivables, si se mira desde el paradigma positivista
objetivista de la ciencia.
La realidad social que le
acompaña se nutre de esa complejidad por lo que toda su dimensionalidad
antropomórfica se traduce en complejidad social, biológica, psíquica, física.
No hay objetivación posible entre su ser complejo con relación a los elementos
o dimensiones de su estructura: el habla que lo distingue y que se integra a su
cerebro, asevera el francés, forma parte de su estructura de bucle; su lengua
representa su ser, su ontos, y este reproduce
la complejidad de la vida (Morin, 1998 y 1999).
La comunicación derivada de
esa relación se complejiza en el ámbito social, razón por la cual, según
expresa Miguel Martínez, se conforma como un ser en integración con el entorno
sistémico: no hay objetividad en esta mirada, debido a que la relacionalidad de la vida social e individual del ser
humano implica considerar su mundo en constante dinamismo, por lo que su
observación como objeto de conocimiento no es adecuado hacerla desde el
paradigma positivista.
Es lo anterior nuestro
punto de enlace con el trabajo de Gutiérrez y Arnal (2023) y que analizamos en
este trabajo, puesto que en sus argumentos, resumidos
al principio, se encuentra sustentada la idea de la separación entre la vida
humana individual y en sociedad, y el habla (la lengua), que lo distingue del
resto de su materialidad y por supuesto, del resto de los animales. En la
siguiente sección se exponen algunos argumentos relativos a la contraposición
de las posturas de los autores del artículo citado en la Introducción, con
relación a la objetivación del habla y de su registro como objeto científico.
Los criterios
epistemológicos del pospositivismo y la investigación social cualitativa
La cuestión que se plantea
desde el punto de vista de la articulación coaxial del presente trabajo, es
establecer un argumento crítico entre el discurso de contrafundamentación
del positivismo en las ciencias sociales y las conclusiones del trabajo de Gutiérrez
y Arnal (2023); esto se hace a partir de los postulados del pospositivismo de
los que hacen parte la visión y perspectivas de la naturaleza humana en las
ciencias cualitativas, las cuales son consideradas por la crítica filosófica
que seguimos como compleja y sistémica (Morin, 1998).
La tesis que aquí se
plantea es que el habla del ser humano es parte de su complejidad sistémica; en
consecuencia, partimos del criterio de que, tal como lo establecen las
filosofías del siglo XX que resaltamos en este trabajo, como las de Habermas,
Weber, Luhmann, Morin, Martínez, entre otros, los actos humanos están
revestidos de significados[14],
por lo que el habla se encuentra precisamente en el dimensionamiento
estructural de la vida individual y social considerada como sistema (Morin,
1998).
Plantearse la idea del ser
humano como objeto de estudio es el gran problema al cual nos enfrentamos desde
la investigación cualitativa en ciencias sociales y humanas, por lo que
considerar su episteme se torna en centro de las discusiones que dan cabida a
la ciencia cualitativa; alcanzar conocimiento de los actos humanos y sociales,
por vías de su cualificación y no por su determinación numérica, no solo es
considerado inviable desde la perspectiva científica objetivista positivista,
sino que es presentado según nuestro criterio como una cosmovisión equivocada
desde las metodologías propias de las corrientes cuantitativistas
(Bunge, 1999)[15].
Es por ello por lo que la
ciencia cualitativa emerge desde los postulados del pospositivismo
epistemológico (Villalobos et al., 2023; Villalobos et al., 2022), al
cuestionar la episteme positivista, encontrando parte de sus elementos de
validación en los simposios de filosofía de la ciencia citados anteriormente
(Echeverría, 1989), los cuales desencadenaron la desfundamentación
de la ciencia positiva, incluso en los ámbitos de la física del siglo XX, como
se afirmó en la sección anterior.
La cuestión de la que nos
hacemos cargo en esta discusión es lo que las filosofías del lenguaje catalogan
como la esencia de la vida humana en sentido social: la intersubjetividad y el
carácter interpretante (Habermas, 1996, 1996 b; 1999; 2011 y 2016). Desde este
concepto, pretendemos esbozar algunas ideas en torno a la conclusión del
trabajo de Gutiérrez y Arnal, en especial, la referida al carácter empírico de
las evidencias que toda ciencia debe poseer para garantizar la
reproductibilidad del conocimiento: según afirman, las ciencias sociales
cualitativas prescinden de utilizar referentes empíricos reales para la
reproducción del conocimiento científico a través de los lenguajes artificiales
con fines científicos.
Según Gutiérrez y Arnal
sostienen, así lo entendemos, no hay situación de diálogo reflejada en la
interpretación del observador-investigador; todo lo más que hay es la
referencia a un entramado lingüístico que hace relación con una reputada
vinculación desde el discurso que se entabla entre los sujetos que intervienen
en el acto de conocimiento (sean de primer orden o sean de segundo
orden): la objetividad viene dada, al contrario, según expresan, por el
descubrimiento que se hace a través de la filología, pues existiendo la
evidencia empírica que demandan estos autores, podrán establecerse las
conexiones entre el habla pronunciada y los discursos separados de los objetos
reales, por lo que, afirman, este podrá conectar de manera “objetiva” los
elementos constitutivos de la cosa explicitada para hacer legible la
interpretación:
Ese texto más legible y
accesible se identifica a su vez como objeto que está más allá del
lenguaje, ya que su naturaleza textual es antes que nada la cosa de la
que hablamos, el objeto al que nos referimos. Sin la mediación de este texto
codificado e indicial, al cual se refiere el
habla discursiva de común acuerdo con el observador (investigador), no es
posible comunicar interpretación alguna que alcance un mínimo de objetividad y
permanencia para su propuesta y evaluación (…) Lo que se critica es la falta de
un referente estable acordado a partir del cual poder reconsiderar dichas
elaboraciones e incluso la posibilidad de aportar otras nuevas en el caso de
existir un meta-observador (evaluador o lector) externo a la investigación.
Esta posibilidad requiere que la ISCUAL renuncie a mantener el estatus
privilegiado que por sistema concede al observador-investigador, una posición
que le exime de compartir el registro empírico de las observaciones que ha
seleccionado y elaborado para sí y sobre las que sustenta el análisis…
(Cursivas de los autores) (Gutiérrez y Arnal, 2023, p. 7).
Lo que se encuentra en el
camino de las afirmaciones realizadas por los autores mencionados, es que la
única manera de alcanzar objetividad es mediante la separación de objeto
observado y sujeto observador (investigador), tal como se entiende de la larga
cita precedente. El observador que observa el habla ha de poder garantizarse
que haya un referente empírico como registro por el que poder asegurar a otros
observadores la misma observación y en consecuencia,
corroborar los mismos resultados[16].
Ello conlleva a entender,
además, que Gutiérrez y Arnal consideran la separación entre sujeto hablante y
habla como dos entidades separadas una de la otra, con lo cual se entiende que
cobra autonomía objetiva la segunda; es decir, el habla, entendida como una
entidad observada, no es necesario considerarla como parte integrante de una
estructura compleja y sistémica de aquella entidad que la produce. Lo que si es necesario, según afirman, es que el observador
describa de forma fehaciente el habla tal como si se estableciera una cosa
en cuanto tal objeto o entidad existente física e individualmente.
En razón de lo anterior,
pensamos que esta posición positivista y objetivista de entender la realidad
para la investigación cualitativa, a través del habla, deja de lado las
consideraciones que fundamentan el paradigma emergente sobre realidad y
ciencia; es decir, acerca de la realidad existente entre observador científico
y realidad observada en sentido complejo y sistémico; esta se encuentra
temporalmente inmersa en las circunstancias que antes fueron descritas y que
dieron origen al Simposio de Urbana que fundamentó la “muerte” del positivismo
en la ciencia, dándole fuerzas al surgimiento de la subjetividad en la ciencia.
Martínez Miguélez expone algunos argumentos que
justifican la emergencia de un nuevo paradigma que el maestro denomina paradigma
emergente, y que otros autores fundamentan como estructura de la
cosmovisión cualitativa; es decir, aquella que en definitiva basa sus
postulados en una lógica no numérica para referirse a las ciencias de las
acciones humanas; son ciencias comprensivas, es decir, idiográficas, y no
nomotéticas, o explicativas.
Para no hacer más largo
este argumento, remitimos al lector a nuestros trabajos previos, ya
referenciados, y a la bibliografía que se cita en el presente trabajo. Basta
aquí con mencionar que desde aquellos argumentos de la filosofía de la ciencia
(la nueva filosofía de la ciencia), el cisma en la ciencia provocado por el
Simposio de Urbana, plantea una nueva mirada a la relación sujeto-objeto de
conocimiento, lo que implica que, según se concluye en este famoso cónclave:
“no hay observaciones sensoriales directas”; las “definiciones operacionales”
son inconsistentes, pues solo vinculan palabras con otras palabras y no con la
realidad; los formalismos matemáticos no son verdades fijas (Husserl, 1992),
entre otras afirmaciones que se encuentran en las actas editadas por Frederick Suppe (1979). Ver también en Martínez Miguélez
(2011).
Estos argumentos, expuestos
por los filósofos citados, dan fundamentos al paradigma emergente (Martínez-Miguélez, 2008); es decir, al paradigma pospositivista. Sus entramados lógicos,
epistemológicos, metodológicos y filosóficos han sido discutidos in extenso,
por lo que aquí solo quisimos exponer algunos de los argumentos que contradicen
los formulados por Gutiérrez y Arnal (2023). Es necesario indicar que la
posición de estos autores es consistente con el paradigma científico con el que
comulgan. La nuestra, es solo una posición epistemológica en contra de dichos
argumentos, basados en nuestros convencimientos acerca de la racionalidad y el
carácter eminentemente significante de las acciones humanas, cuya subjetividad
no solo es lo característico, sino lo fundamental para la comprensión de las
acciones, como lo hemos sostenido en otras oportunidades (Villalobos et al.,
2022; 2023 entre otros).
A partir de esta posición,
planteamos junto con los autores que fundamentan la investigación cualitativa
en el marco del paradigma que la justifica, que esta postura epistémica al
considerar al objeto de investigación como tal sujeto, pues interviene en un
proceso de intersubjetividad y de diálogo por intermedio del cual se lleva a
cabo la interacción científica social, sus planteamientos pasan por ser
considerados en el marco de la subjetividad de la ciencia, pues el observador
en cuanto tal sujeto investigador, participa del fenómeno objeto de estudio, ya
que, como se afirma desde esta posición, el sujeto se disuelve en el sujeto;
vale decir, se sumerge en la realidad social para poderla conocer, dado que el
objeto de investigación versa sobre sujetos pensantes, cambiantes en sus ideas
y divergentes en sus acciones frente a sus pensamientos y dichos, cuya objetividad
queda desvirtuada. Se trata de la perspectiva de participante (Habermas, 1999;
Van Mannen, 2003).
Por ello, veamos en la
siguiente sección, el carácter de subjetividad que se plantea a lo interno de
una metodología cualitativa a partir de la fenomenología hermenéutica, la cual,
desde su surgimiento como expresión de la ciencia que emerge desde los
cimientos de la relación entre sujeto y objeto del conocimiento, da
sustentación a todas las demás expresiones metodológicas en sentido filosófico.
Esta crítica parte de la consideración del lenguaje como elemento de la
estructura del mundo de vida; esto es, del mundo construido con la
intencionalidad de objetividad o con intencionalidad de conocimiento, tomando
en cuenta que el sentido de objetividad desde este paradigma de observación y
de ciencia, se manifiesta a partir del conocimiento de aquello que se muestra
en tanto que es una aparición a la conciencia, cuestión que el positivismo no
solo desdeña sino que considera imposible de conocer: la investigación
cualitativa es expresión emergente que da respuestas a esas posiciones
objetivistas de la realidad del lenguaje como elemento direccionador de la
investigación cualitativa.
La fenomenología es ciencia
de la conciencia.
La subjetividad de la
fenomenología (hermenéutica) ante el objetivismo positivista
Vistos los argumentos
anteriores, pasemos ahora a exponer algunas ideas en torno a los significados
del habla en tanto problema para la ciencia, y como fenómeno propio humano,
frente a los argumentos de objetividad de Gutiérrez y Arnal, en el marco de la
fundamentación crítica de la fenomenología (hermenéutica) y las disputas con el
objetivismo positivista. La cuestión la centramos en exponer las relaciones
entre el objeto de conocimiento y el acto de conocer, con las consecuencias que
trae consigo el acto propio en lo que la fenomenología considera intencionalidad
de la conciencia.
El momentum
de nuestros argumentos se fija en la idea del acto de conocer en la conciencia,
tal como lo exponen las fenomenologías más importantes del siglo XX: la de
Edmund Husserl y la de Martin Heidegger, las cuales, como habrá de sostenerse,
van más allá del objetivismo que intenta justificar el positivismo del
lenguaje. Sin embargo, solo daremos algunos de los detalles que consideramos
como más importantes acerca del acto de conocer y el problema de la objetividad
del conocimiento, según plantean estos dos filósofos del siglo XX[17],
en el marco de nuestra crítica al problema del objetivismo del conocimiento en
torno al lenguaje.
Ciertamente, tanto para
Edmund Husserl como para Martin Heidegger, el problema fundamental de la
fenomenología es la vida; pero la vida no como problema general como lo es en
las ciencias naturales; se trata de la vida como fenómeno en la conciencia, lo
que implica establecer que la idea de mundo de vida es la de
construcción de la estructura humana en el marco de sus relaciones con los significados
acerca del mundo circundante. Esto es, para la fenomenología en las versiones
de estos dos autores, la vida no es simplemente vida; es la idea de la
conciencia humana que se exterioriza a través de las relaciones entre el ser de
la propia vida con la forma en cómo se presentan a la conciencia los elementos
del mundo exterior, no ya en el sentido cartesiano, separador de sujeto y
objeto; sino en el sentido mundano, en el cual el sujeto se interna en las
infinidades del mundo que subyace al entendimiento y se explana en la
exterioridad como dimensiones de la conciencia.
En efecto, para Husserl, la
cuestión central es la vida del ser humano en cuanto interacción cognoscitiva,
por lo que el sentido de esta palabra no es otro que el de crear un sentido de
la existencia. Así lo encontramos referido en el extraordinario trabajo de
Toledo Nickels (2014, p. 42):
No es irrelevante recordar
que la preocupación axial de la fenomenología es el mundo de la vida,
entendiendo que <<la palabra vida no tiene aquí sentido fisiológico,
significa vida que actúa de cara a fines, que crea formas espirituales: vida
que crea cultura en la unidad de una historicidad>> [la cita de Toledo es
de Husserl, 1991[18]:
324].
Como puede observarse, se
trata de la construcción del mundo de interacciones humanas por intermedio de
los significados que se obtienen del mundo exterior en la propia conciencia; de
esta forma, no hay manera de entender la vida humana más allá de su propia
subjetividad. Según esta concepción, no hay objetividad posible puesto que el
conocer se logra en las relaciones del sujeto y su intencionalidad de
conocimiento, por lo que aunque el objeto sea
inmaterial, es en la conciencia donde se produce el conocimiento, por lo que la
exterioridad de la cosa no es tal, incluso, tratándose del habla, mucho
menos. Conforme con la fenomenología hermenéutica, realmente no hay objetividad
no solo porque es imposible conocer la cosa en sí, sino porque es el
sujeto cognoscente quien le da “vida” al mundo exterior por intermedio de su
conciencia (phainomenon) (Husserl, 1992).
Ahora bien, en cuanto a la
objetividad de la investigación cualitativa (Hernández y Mendoza, 2018; Corona,
2018; Sánchez Flores, 2019; Orengo et al, 2020;
Jiménez Moreno et al., 2022), si bien ya hemos visto que es no solo inapropiado
plantearlo en los términos de Gutiérrez y Arnal, sino imposible de alcanzar en
virtud de la subjetividad en la construcción del conocimiento y del mundo de
vida que fundamenta la fenomenología de Husserl, es importante señalar la manera
en cómo plantea Heidegger la cuestión de la interpretación fenomenológica.
Según Heidegger (2021),
quien sigue en esto a Nietzsche, el ser humano es por naturaleza un ser
interpretante. Lo fundamental es entender que la vida humana y el mundo de vida
que construye mediante los significantes propios devenidos por intermedio de su
inserción en el mundo es capaz de referirlo mediante el habla como elemento
constitutivo del ser. El ser del ser humano es esencialmente interpretante, y
en función de sus interpretaciones se comunica. Es lo que ocurre con la
situación de habla en el marco de una investigación social cualitativa.
Plantea Heidegger que:
Toda interpretación se
despliega, en función de su ámbito de realidad y de su pretensión cognoscitiva,
en el marco de las siguientes coordenadas: 1) un punto de mira, más o
menos expresamente apropiado y fijado; 2) una subsiguiente dirección de la
mirada, en la que se determina el <<como algo>> según el cual
se debe precomprender el objeto de interpretación y el
<<hacia-donde>> debe ser interpretado ese mismo objeto; 3) un horizonte
de la mirada delimitado por el punto de mira y por la dirección de la
mirada, en cuyo interior se mueve la correspondiente pretensión de objetividad
de toda interpretación… (2002, 29-30).
De esta cita podemos
extraer las siguientes observaciones: 1) que toda interpretación es dirigida;
2) que hay una dirección a la cual se dirige; que esa interpretación la
predetermina el sujeto interpretante; 3) que en el acto de interpretación hay prefijado
un horizonte por el cual la interpretación se lleva a cabo y 4) que la
objetividad del acto de interpretar es ella misma resultado de la subjetividad
del conocimiento alcanzado con la interpretación.
Veamos someramente las
consecuencias de este pensamiento heideggeriano: todo sujeto que se propone
conocer mediante la interpretación, cuestión que ocurre necesariamente con el
habla dado que ella misma no es una cosa en sí, lo hace inmerso en el
mundo de vida dialógico construido por el mundo de relaciones humanas, de la
cual el habla también es dimensión objetivante (como
parte del mundo subjetivo construido).
Seguidamente, se entiende
de esta doctrina fenomenológica hermenéutica, que es el sujeto cognoscente
quien dirige la interpretación, y no el objeto del acto del conocer. El mundo
de vida como dimensión construida forma parte del acto de conocer, por lo
que el acto de habla forma parte de ese mundo de vida, con lo que queda
determinado en su mundo significante. En consecuencia, la interpretación de los
significados de los actos humanos, y el habla es elemento dimensional esencial
de ese mundo, se debe en forma palmaria a los preconceptos que la noción
cultural establece como estructura del habla (Miguel Martínez, 2004; Habermas,
1999; Lafont, 1997; Wellmer, 1997).
En cuestiones de habla, la
objetividad no es una opción; es un imposible en el sentido científico; y lo es
mucho menos en sentido artificial. No puede haber artificialidad allá
donde la expresión lingüística es el elemento estructurador del mundo de vida,
puesto que las manifestaciones del lenguaje están referidas, en el contexto de
una investigación cualitativa, al acto de comunicación, según el cual, quien
está en posición de observador lo hace en el sentido de sujeto interpretante
(siempre es el caso, incluso en el cálculo matemático, como plantea un
matemático como Edmundo Husserl (Toledo Nickels,
2014). Desde esta posición, incluso es imposible la objetividad de la
matemática, puesto que el objeto de conocimiento es una construcción en la
conciencia (Husserl, 1992).
Desde esta perspectiva, el
lenguaje artificial es un concepto que va en el sentido contrario a los
fundamentos de la situación hermenéutica del sujeto (Grondin,
2002); todo sujeto, es constructor de conocimiento, por lo que la situación de
objetividad es, como expresa Suppe 1979), una
cuestión difícil de sostener. La fenomenología hermenéutica, como expresión
fundamental de la investigación social cualitativa, soporta o sostiene los
argumentos de la aclamada “objetividad de la ciencia”, en el entendido que
esta, como expresa Heidegger, se encuentra en el mismo acto de interpretación
mediado por el punto desde donde se mira la situación de interpretación y la
dirección hacia donde esta se dirige. En consecuencia, el objeto de la
investigación cualitativa referido por la interpretación del habla está ceñido
al acto de interpretación.
REFLEXIONES FINALES
La fenomenología
hermenéutica en la investigación educativa
Vistas así las cuestiones
medulares en torno a la investigación social cualitativa, puede indicarse que
la misma no puede ser fundamentada en la idea de objetivación, razón por la
cual, indicamos las siguientes reflexiones.
1.
La investigación cualitativa no prescinde de referentes empíricos en los
términos planteados por Gutiérrez y Arnal (2023). Antes bien, al entablarse una
situación de diálogo mediada por el habla, intervienen una serie de
significantes en función de búsquedas de significados, que es lo propio de la
investigación cualitativa.
2.
Visto lo anterior, los referentes empíricos mucho menos pueden ser cosas
objetivables, dado que el diálogo que se entabla en la investigación
cualitativa entre observador o investigador y sujeto observado, al estar
mediados por el habla, se produce un sistema de articulaciones complejas que
son imposibles de objetivar: la cosa llamada habla no solo es
intangible, sino que es necesariamente interpretada.
3.
La interpretación de la situación hermenéutica que se produce entre
observador y sujeto observado alcanza su objetividad en sentido cualitativo por
intermedio de la fijación de la situación concreta de diálogo que motiva la
interpretación.
4.
La confianza de la investigación cualitativa viene dada justamente por
la incorporación en la situación de interpretación de los referentes culturales
de los cuales forman parte tanto observador como sujeto observado, lo que
garantiza justamente la expresión de la verdad manifiesta en el diálogo
entablado.
5.
La investigación cualitativa se fundamenta en un diálogo y no en el
establecimiento de compartimientos estancos como quiere el positivismo
objetivista.
6.
Finalmente, toda habla se encuentra en un contexto; jamás podrá
encontrársele aislada y de forma separada, hasta el punto en que pueda
establecerse significados más allá de la situación de diálogo[19].
7.
Otras reflexiones surgen de esta discusión, las cuales fueron plasmadas
algunas de ellas en Villalobos et al (2022), y Villalobos et al (2023).
Finalmente, es importante
destacar el papel que juega la fenomenología hermenéutica para la investigación
cualitativa en educación. La situación de diálogo que se presenta entre docente
y discípulo es digna de resaltar como práctica de la investigación propia de
una situación como la indicada. Estudiantes y docentes se articulan en
situación de diálogo alineados en torno a una idea esencial para la vida: el
proceso educativo. La situación de aprendizaje se muestra abierta en los
procesos que se entablan en este ámbito social. Remitimos al lector a obras
de importancia como la de Martínez Miguélez (2013) en
el ámbito etnográfico, fenomenológico y dialéctico; o la de Max Van Manen
(2003), en la cual se exalta la experiencia vivida en el contexto de diálogo fenomenológico
en la investigación educativa.
En
un siguiente trabajo, profundizaremos en las perspectivas epistemológicas de la
investigación cualitativa en educación, por lo que queda abierta esta discusión
a los fines de alcanzar consensos y entablar un diálogo fructífero que explane
los referentes filosóficos de importancia para esta rama del saber.
REFERENCIAS
Aristóteles. (1982). Tratados de lógica. Editorial Gredos.
Bunge, M. (1999). Las ciencias sociales en discusión. Una
perspectiva filosófica. Editorial Sudamericana.
Capra, F. (1992). El punto crucial. Ciencia, sociedad y
cultura naciente. Editorial Troquel.
Coffey, A. y Atkinson, P. (2003). Encontrar sentido a los
datos cualitativos. Estrategias complementarias de investigación. Contus. Editorial de la Universidad de Antioquia.
Corona Lisboa, J.L. (2018). Investigación Cualitativa:
Fundamentos epistemológicos, teóricos y metodológicos. Vivat
Academia, 144, pp. 69-76. https://doi.org/10.15178/va.
Cuesta-Benjumea, C. De la y Arredondo-González, C. P.
(2015). Analizar Cualitativamente: de las consideraciones generales al
pensamiento reflexivo. Index de Enfermería, 24(3),
154-158. https://dx.doi.org/10.4321/S1132-12962015000200008
Descartes, R. (2019). Discurso del método. Barcelona: Penguin Clásicos.
Echeverría, J. (1989). Introducción a la metodología de la
ciencia: la filosofía de la ciencia en el siglo XXI. Barcanova.
Flick, U. (2007).
Introducción a la investigación cualitativa. Ediciones Morata.
Gadamer, H.G. (1993). Verdad y método I. Sígueme
Gutiérrez-Brito, J. y Arnal-Sarasa, M. (2023). Deixis y
referente empírico en la investigación social cualitativa. Cinta de Moebio (76): 1-9. https://doi.org/10.4067/S0717-554X2023000100001
Grondin, J. (2002). Introducción a la hermenéutica filosófica. (Prólogo de
Hans-Georg Gadamer). Herder.
Habermas, J. (1996). La lógica de las ciencias
sociales. Editorial Tecnos.
Habermas, J. (1996b). Conciencia moral y acción
comunicativa. Barcelona: Ediciones Península.
Habermas, J. (1999). Teoría de la acción comunicativa, I.
Racionalidad de la acción y racionalización de la acción social. Editorial
Taurus Humanidades.
Habermas, J. (2011). Verdad y justificación. Ensayos
filosóficos. Editorial Trotta.
Habermas, J. (2016). Teoría de la acción comunicativa:
complementos y estudios previos. Editorial Cátedra.
Heidegger, M. (2002). Interpretaciones fenomenológicas
sobre Aristóteles. Indicación de la situación hermenéutica [Informe Natorp]. Editorial Trotta.
Heidegger, M. (2021). Ser y tiempo. (Traducción, prólogo y
notas de Jorge Eduardo Rivera C.). Editorial Universitaria.
Hernández-Sampieri, R. y Mendoza, C. (2018). Metodología de
la investigación. Las rutas cuantitativa, cualitativa y mixta. Mc Graw-Hill Education.
Husserl, E. (1991), La crisis de las ciencias europeas y la
fenomenología trascendental. Editorial Crítica.
Husserl, E. (1992). Invitación a la fenomenología.
Editorial Paidós.
Jiménez Moreno, J.A., Contreras Espinosa I. de J. y López Ornela, M. (2022). Lo cuantitativo y cualitativo como
sustento metodológico en la investigación cualitativa: un análisis
epistemológico. Revista Humanidades, 12(2). https://doi.org/10.15517/h.v12i2.51418
Lafont, C. (1997). Verdad, saber y realidad. En La
filosofía moral y política de Jürgen Habermas. (José Antonio Gimbernat, Ed.). Editorial Biblioteca Nueva.
Martínez Miguélez, M. (2004).
Ciencia y arte en la metodología cualitativa. Editorial Trillas.
Martínez Miguélez, M. (2006).
Validez y confiabilidad en la metodología cualitativa. En Paradigma, 27(2),
07-33. https://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1011-22512006000200002
Martínez Miguélez, M. (2008). El
paradigma emergente: hacia una nueva teoría de la racionalidad científica.
Editorial Trillas.
Martínez Miguélez, M. (2011).
Paradigma emergente y ciencias de la complejidad. En Opción. Revista de
Ciencias Humanas y Sociales, 27(65), 45-80. https://www.redalyc.org/pdf/310/31021901003.pdf
Martínez Miguélez, M. (2012).
Nuevos fundamentos de la investigación científica. Editorial Trillas.
Martínez Miguélez, M. (2013). La
investigación cualitativa etnográfica en educación. Manual teórico-práctico.
Editorial Trillas.
Martínez Miguélez, M. (2014).
Epistemología de las ciencias humanas en el contexto Iberoamericano. En
Epistemología y ciencias sociales: ensayos latinoamericanos. (Francisco Osorio,
editor). Ediciones LOM.
Martínez Miguélez, M. (2016). El
conocimiento y la ciencia en el siglo XXI y sus Dificultades Estereognósicas. Editorial Trillas.
Morin, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educacipon del futuro. Unesco: Santillana.
Morin, E. (1998). Introducción al pensamiento complejo.
Gedisa.
Morse, J. (2006). “Emerger de los datos”: los procesos
cognitivos del análisis en la investigación cualitativa. En Asuntos críticos en
los métodos de investigación cualitativa. Contus.
Editorial de la Universidad de Antioquia.
Orengo, F.B.,
Holanda, A.F. y Goto, T.A. (2020). Fenomenología y
Psicología Fenomenológica para psicólogos brasileños: una comprensión empírica.
Pisocología em Estudo, 25. https://doi.org/10.4025/psicolestud.v25i0.45065
Patocka, J. (2005). Introducción a la fenomenología. Herder.
Ramírez-Elías, A., y Arbesú-García,
M.I. (2019). El objeto de conocimiento en la investigación cualitativa: un
asunto epistemológico. Enfermería universitaria, 16(4), 424-435. https://doi.org/10.22201/eneo.23958421e.2019.4.735
Rodríguez Gómez, G., García Jiménez, E., Gil Flores, J.
(2004). Metodología de la Investigación Cualitativa. Editorial Félix Varela.
Sánchez-Flores, F.B. (2019). Fundamentos epistémicos de la
investigación cualitativa: Consensos y disensos. Revista Digital de
Investigación en Docencia Universitaria. http://dx.doi.org/10.19083/ridu.2019.644
Suppe, P. (1979).
La estructura de las teorías científicas. Editora Nacional.
Stadler, F. (2018).
El círculo de Viena. Empirismo lógico, ciencia, cultura y política. Fondo de
Cultura Económica.
Toledo Nickels, U. (2014). El
programa sociofenomenológico de investigación. En
Epistemología y ciencias sociales: ensayos latinoamericanos. (Francisco Osorio,
editor). Ediciones LOM.
Van Manen, M. (2003). Investigación educativa y experiencia
vivida. Ideas Books.
Villalobos-Antúnez, J.V., Guerrero-Lobo, J.F., Caldra-Ynfante, J.E. y Ramírez-Molina, R.I. (2022). Perspective of critical
epistemology: the fundamental question about the New Science. En Novum Jus,
16(3), 161-187. https://doi.org/10.14718/NovumJus.2022.16.3.7
Villalobos-Antúnez, J.V., Severino-González, P., Caldra-Ynfante, J.E. y Ramírez-Molina, R.I. (2023).
Epistemología, complejidad y sistema: una mirada a la incertidumbre en
contextos tecnológicos. En Saperes Universitas, 6(2),
145-166. https://doi.org/10.53485/rsu.v6i2.346
Wellmer, A. (1997). <<Autonomía de
significado>> y <<Principle of Charity>> desde un punto
de vista de la pragmática del lenguaje. En La filosofía moral y política de
Jürgen Habermas. (José Antonio Gimbernat, Ed.).
Editorial Biblioteca Nueva.
Wittgensten, L. (2013). Tractatus logico-philosophicus. Editorial Tecnos.
[1] El presente
trabajo es producto del proyecto de investigación de la Universidad del Alba
2023, “Fundamentos éticos y filosóficas de los derechos fundamentales en la
sociedad digital. Perspectiva fenomenológico-hermenéutica desde los cambios
tecnológicos y disruptivos a partir de la percepción en estudiantes de la
Universidad del Alba del último bienio de las carreras de Derecho y
Psicología”. También es producto del trabajo de investigación en el Grupo de
Investigación GINTECPRO del Programa de Ingeniería Industrial de la Universidad
El Bosque, Colombia.
[2] Investigador/Profesor
Titular Emérito de la Universidad del Zulia/Venezuela, Departamento de Ciencias
Humanas. Investigador y docente Titular de la Universidad del Alba, Facultad de
Ciencias Sociales y Humanidades, Santiago de Chile. Profesor de Filosofía,
Ética, Bioética, Epistemología, Filosofía del Derecho y Metodología de la
Investigación. Investigador Senior del Ministerio de Ciencia,
Tecnología e Innovación, Colombia 2023, Correo electrónico: jose.villalobos@udalba.cl; jvvillalobos@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3406-5000
[3] Investigador/Docente de la Universidad de los Andes/Venezuela, Departamento
de Filosofía. Miembro del personal de planta del Doctorado en Filosofía de la
misma Universidad. Investigador activo. Profesor de Filosofía. Correo
electrónico: jofrague@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1297-7479
[4] Investigador/Profesor Titular Emérito de la Universidad del Zulia. Doctor en Filosofía por la Universidad de Lovaina,
Bélgica. Profesor Emérito e Investigador Emérito del Ministerio de Ciencia,
Tecnología e Innovación, Colombia. Docente-Investigador de la Universidad El
Bosque-Bogotá, Colombia. E-mail: vmartinf@unbosque.edu.co ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4057-7974
[5] Investigador/Profesor Titular Universidad de la Costa, Colombia. Doctor en Ciencias de la Educación. Investigador Senior del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, Colombia. E-mail: rramirez13@cuc.edu.co. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5073-5158
[6] Aquí entendemos
que los autores están pensando en la división del lenguaje del positivismo
lógico: lenguaje natural, lenguaje artificial y lenguaje formal; es importante
destacar que el lenguaje en la investigación cualitativa en general va en otro
sentido al requerido por esta corriente epistemológica, que, como se sabe, es
la que domina en el ambiente global de la ciencia, pues es caracterizado en
sentido específico como “reflexivo”. Sobre este aspecto trataremos en la última
sección del presente trabajo. Cfr.: Coffey y Atkinson (2003), Morse (2006),
Cuesta y Arredondo (2015), Ramírez y Arbesú (2019),
entre otros.
[7] Más adelante argumentaremos sobre el carácter de “objeto” en la
investigación cualitativa.
[8] En realidad, esto mismo ocurre en la investigación cuantitativa, pero
de manera solapada, puesto que las definiciones operacionales con las cuales se
objetivan los resultados alcanzados no son más que preacuerdos no explicitados
(Martínez Miguélez, 2004).
[9] Estamos de acuerdo con la demanda de este rigor metodológico; pero para
los autores del presente trabajo, el mismo va en otro sentido, como veremos en
la tercera sección.
[10] Pensamos que es
así puesto que no las citan, a pesar de referenciar a algunos de los autores
prestigiosos en esta área de la investigación.
[11] A propósito de
esto, Heidegger considera que lo propio del ser humano es ser interpretante. En
Heidegger (2002 y 2021).
[12] Este postulado aristotélico es llevado hasta sus últimas consecuencias
por el positivismo lógico, siguiendo para ello la sentencia con la que cierra
su famoso texto Ludwig Wittgenstein. Recordemos que el Círculo de Viena tomó
este texto como su declaración de principios (Stadler,
2018). En aquel texto, concluye Wittgenstein (2013): “aquello de lo que no
podamos hablar, lo mejor es callar”.
[13] Martínez-Miguélez, 2011, lo cataloga como concepción especular del
conocimiento.
[14] Cuestión que reconocen Gutiérrez y Arnal (2023, p. 7).
[15] Hay que destacar
que la mirada del Profesor Mario Bunge es totalmente fragmentaria y objetiva,
según una perspectiva que podríamos catalogar como de realismo extremo, al
establecer la necesidad de formulación de leyes generales tanto para las
ciencias naturales como para las sociales y/o históricas (1999, 38), sobre todo
en la creencia de que el acto de conocer alcanza hasta aquello que es
denominado desde Kant, como la cosa en sí (o noumeno.
Sobre este punto discutiremos en la siguiente sección). Sin embargo, hay que
destacar que el Maestro Martínez Miguélez (2004)
señala que las leyes de las ciencias naturales son leyes formales; es decir,
las leyes que provienen de teorías formales son las que pueden convertirse en
leyes universales; las leyes que provienen de metodologías idiográficas,
es decir, de teorías materiales cualitativas, son leyes materiales, lo que
implica considerarlas leyes parciales: desde esta perspectiva, la
universalización de las teorías materiales que provienen de las investigaciones
cualitativas, solo serán universales cuando puedan ser generalizadas por
intermedio de un conjunto de teorías materiales.
[16] Evidentemente se observa una carencia total de significaciones complejas
y sistémicas, como si habla y hablante fuesen dos entidades divididas en dos
compartimentos independientes uno del otro.
[17] Un trabajo de gran
alcance en torno a la fenomenología puede ver en las famosas lecciones de Patocka (2005).
[18] Se refiere al
texto de Husserl no citado en este trabajo de 1991: La crisis de las
ciencias europeas y la fenomenología trascendental. Barcelona: Editorial
Crítica.
[19] Esta es una vieja
discusión también, referida por Habermas (1996).