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Journal of the Academy, 5, 122-142. https://doi.org/10.47058/joa5.8 
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formas de afrontar los problemas y de las ideas que se tienen sobre los hechos y fenómenos: 
(Salinas et al., 2017).  
 
Primer eje de la práctica reflexiva. La reflexión, entendida no solo como un proceso deliberado 
de pensamiento, crítico y fundamentado en el examen, argumentación, discusión y toma de 
decisiones referente a las actuaciones como docentes; sino que también implica componentes 
éticos que condicionan al docente a desarrollar acciones orientadas hacia los fines educativos 
de formar integralmente ciudadanos libres, creativos y talentosos para edificar un mundo más 
solidario y humano (Cárdenas, 2015).  
 
La reflexión, debe ser entendida como un proceso recursivo y en espiral, de idas y regresos, 
como un conjunto de destellos de pensar, sentir y actuar. El proceso reflexivo se afirma en lo 
vivido,  en  la  experiencia  vital  del  docente,  quien  indaga,  profundiza  y  busca  en  ella 
comprensiones que, en lugar de reflejar de forma mecánica una imagen fotográfica de los 
detalles, cambian la dirección  y mirada para abrir nuevas formas y caminos. Por lo tanto, 
reflexionar  implica  seguir  un  camino  que  parte  de  la  experiencia,  donde  los  saberes  y  el 
conocimiento se ponen al servicio de esta como elementos secundarios que facilitan el pensar 
y no como verdades teóricas a aplicar. La reflexión siempre sigue un camino o vía inductiva, 
en la que el saber y el conocimiento son utilizados para clarificar, interpretar, profundizar y 
cambiar el punto de vista, mas no para crear dependencia de ellos (Souto, 2016). 
 
Segundo  eje.  La  crítica,  es  complementaria  a  la  reflexión  y  consiste  en  emitir  juicios, 
razonamientos, opiniones  y argumentaciones basados en  criterios; en razonar y  evaluar lo 
discutido acerca de temas, situaciones o problemas. Es la capacidad que tiene el docente de 
autocorregirse, reconociendo sus debilidades (Carbajal, 2013). 
 
Tercer eje.  Las concepciones son  procesos  personales  a través de  los  cuales un  individuo 
estructura su saber a medida que integra y articula sus conocimientos. Este saber se construye, 
durante un período bastante amplio de la vida a partir de la práctica social y cultural parental 
del niño en la escuela, de la influencia de los medios de comunicación social en un segundo 
momento y, finalmente, por el ejercicio profesional y social del adulto. Por consiguiente, las 
concepciones tienen raíces sociales y culturales, que una vez consolidadas, es un factor de 
socialización que se concretiza en los intercambios sociales producidos en el campo de la 
acción y la práctica (Lupion y Gallego, 2017).